Unas vienen y otros van…

Ahora tocaba publicar, Raíces y alas (y II), un “post” que habla de las empresas, los bebés, los agujeros negros y las super-novas… pero va a tener que esperar.

No soy nada dado a celebrar días concretos ni a hacer regalos en fechas señaladas por mucho que el calendario se empeñe en recordármelo marcando determinados días en rojo. Hoy es ese día en el que una parte importante de la población se acerca a los cementerios a visitar a sus seres queridos y a decorar con flores su última morada. Yo nunca lo he hecho… lo respeto y lo entiendo… pero nunca lo he hecho… aunque este año es diferente. Irati va a venir a este mundo dentro de poco, la esperamos para mediados de enero, y siento la necesidad de explicarle por qué merece la pena salir del entorno cálido, seguro y acogedor del vientre de su amatxu y saltar a un mundo ni tan cálido, ni tan seguro ni tan acogedor… así que… ¿Por qué dar el paso? ¿Qué sentido tiene?

Muchas razones se me ocurren para argumentar el asunto y convencer a Irati para que reúna todo el coraje y el valor necesario y dar el paso que se presentará dentro de escasos dos meses y medio. Algunas frívolas, aunque imprescindibles: el arroz con leche de su amama Mary Carmen, el chocolate con leche, las natillas, las películas del entrañable Chaplin, una puesta de sol en Himendhoo (Maldivas)  o la noche anterior al Olentzero… Pero no ha sido hasta hoy y empujado por los titulares de los periódicos, empeñados en señalarme el motivo de no tener que ir hoy a trabajar, el haber recordado la razón principal que vertebra y estructura el sentido de venir a vivir a Gamiz con su madre y conmigo. No seremos nosotros, Elena y yo, los que le expliquemos a Irati cuál es esa gran verdad, sino aquéllos y aquéllas que nos precedieron y nos enseñaron a ser lo que somos.

Silvio Rodríguez, un cubanito que me suele prestar sus palabras para expresarme y de esa forma suplir mi limitado don de la palabra, dice en una canción que: «… la palabra amor aún le suena a hueco…». Cuando alguien allegado a mí atraviesa el trago de perder a una persona querida, el decir cosas como «… lo siento…» o «… mi más sentido pésame…», a pesar de decirlo y sentirlo de todo corazón, no puedo evitar que me suene a hueco, a standard, a vacío, a cortesía, a políticamente correcto… Y normalmente me retiro, no digo nada y simplemente le doy un beso lento, suave y tranquilo a la persona en cuestión.

A veces me da por hacer reflexiones esotéricas sobre temas trascendentales, no siempre delante de un ron añejo (aunque no sea mala situación), e intento tener criterio propio sobre temas, que por falta de tiempo, concentración o ganas, normalmente los asumimos como axiomas y los tragamos sin digerirlos.

Una de esas reflexiones me ha llevado a pensar si existe el más allá, entendiendo por más allá qué pasa después de la muerte y no el fin del atasco diario de la avanzada 🙂

Mi pequeña, modesta y particular conclusión es que, habida cuenta que mi relación con la santa madre es escasa o inexistente y mi opinión sobre la existencia de Dios es ciertamente curiosa (si existe creo que debiera ser energía y como la energía, ni se crea ni se destruye… sólo se transforma…), me lleva a pensar que sí hay algo después de la muerte. Nada que tenga que ver con otras dimensiones, reencarnaciones … Creo que cuando dejamos este bonito planeta azul, la impronta o huella que hayamos dejado en los seres que hemos tratado, lo que les hemos enseñado, la parte de sus personalidades que hemos ayudado a forjar, es lo que realmente hace que pervivamos, no como un solo ser, sino como un montón de cachitos de nosotros desperdigados por todos y cada uno/a de los individuos/as en los que hemos influido.

El mismo amigo Silvio dice «… con un poco de amor fue tejida mi piel, el cincel de mis huesos es un poco de amor…». Si esa huella se produce por amor y cariño, si es algo cálido y amable, nuestra supervivencia será TOP de gama. Y si eso ocurre creo que se puede estar orgulloso de haber vivido, de haber contribuido a difundir el amor entre los que nos rodean y que los que siguen lo estén de nosotros.

Y esa, y no otra, es la razón principal que hace que merezca la pena venir. Así que Irati… y como decía tu Birraitite Jesús: “ánimo y al toro!!!!”, aquí te esperamos nosotros y todos y todas las que nos han precedido y que perviven en nosotros.
PD: (07/01/2011) Después de haber escrito esta entrada, alguien me dijo: «… no has amado de verdad hasta que alguien como Iratitxu haya llegado a tu vida… » y hoy, 12 días después de su llegada… tengo que darle la razón.

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13 respuestas a Unas vienen y otros van…

  1. Un osaba dijo:

    La vida y la muerte son dos caras de la misma moneda: perecemos desde que nacemos y el inicio de nuestra vida no es más que el punto más alejado de nuestra muerte.

    Hay una cosa que espero que tú le puedas explicar a Irati, pues como se le ocurra preguntárselo a uno de sus osabas, si me toca a mí, yo lo pasaré un rato mal. Y es que, no sé por qué lloramos cuando alguien cercano muere. Vamos, entiendo el llanto súbito, casi dolor físico, que causa el hecho de saber que una persona a la que quieres ya no estará más junto a ti, pero nada más romper ese cristal, me asustan los sentimientos que encuentro debajo.

    Creo que cada vez que alguien cercano a nosotros muere, muere también parte de nuestro ser, ya que aquella persona era también un contenedor de nuestras vivencias, una memoria externa que deja de existir. Y, al fin y al cabo, nuestra vida no es más que una serie de recuerdos visuales, sonoros, gustativos, y sobre todo, sensoriales. Nosotros somos la memoria central (la CPU), pero vamos depositando archivos aquí y allí, en personas que nos importan más o menos según el tamaño del archivo. Cuando esas personas mueren, nosotros también morimos un poco. Pero esa afirmación significa que las lágrimas derramadas por un fallecido tiene una esencia egoista. Lloro porque yo también muero contigo.

    Será frío, despiadado, puede que hasta «incontable», pero eso es lo que recuerdo en días como hoy: seres humanos que añoran JPGs, PDFs y DOCs vitales que otros se llevaron.

    La cuestión es que puede que no todos los egoísmos sean malos, sobre todo cuando el excesivo amor hacia uno mismo se diluye en el amor hacia todas aquellas personas que nos hacen ser quienes somos. Lloramos porque nuestro ser, nuestra identidad no yace en un solo individuo, sino porque es el resultado de una combinación de seres queridos.

    Por tanto, mientras Irati tenga un buen antivirus, que tenga una vida llena de felices terabytes para dar y recibir.

  2. Leda dijo:

    Querido Amigo al parecer estoy conforme con tigo en Todo …ademas es curioso yo tambien actuo esactamente como tu cuando un amigo me deja …
    Un abrazo Leda

  3. Txirten dijo:

    ¡¡ Soberbia tu diserción sobre la vida y la muerte !!
    ¡¡ El día que muera, espero seguir vivo … !!
    Irati, precioso lugar, precioso nombre.
    Un abrazo desde el Txirten.

  4. luisa dijo:

    Emocionante «Unos vienen y otros van» sentimientos compartidos que me alegra alguien sepa expresarlo tan bien como lo haces. Lo mismo digo de la respuesta de Osaba y a su apunte de que cuando alguien muere muere parte de nuestro ser.añadiría yo ¿Por quién doblan las campanas? Doblan por mi.

    • Bakio dijo:

      Gracias Luisa por tu visita. No creo que consiguiera reflejar ni un 1% de lo emocionante que fue el ver nacer a Iratitxu la noche de Navidad del pasado 2010 y además tengo que confesar… que no pierde, en ningún momento, la capacidad de sorprenderme ni de enseñarme cosas con sus apenas 13 meses de vida… es realmente mágica.

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